Hace tiempo que deje el colegio atrás. Largas horas en las que miras con desesperación por la ventana a un único ladrillo en la pared más cercana, que queda a escasos 3 metros, y una vez se te quedan secas las lentillas empiezas a parpadear como recien levantada, buscando a la profesora esperando que no tenga para ti una mirada de homicida. Pero no te sorprendes nunca al ver que la tiene.
Ahora nadie te mira.
Andas por cualquier pasillo y nadie sabe tu nombre, ni tu apellido. Mucho menos el pie que calzas, la talla de tu pecho o cuantas veces necesitas mear en un día.
Estás irreconocible.
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Existe la probabilidad de que caigas en los ojos de un profesor con la rabia, que no hace más que atrofiar ilusiones estudiantiles, de estas que se tienen los primeros... 10 días de carrera? o me he quedado larga?
Luego un día, vienes sola a clase. Bueno, tu, tu sobra y los 5 maravillosos estudiantes de clase que vienen a que el profesor les meta en sus ojos (tengan la rabia o no).
Que ganas de ir fuera del a fuera en el que estoy.
¿No te vienes?
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